Beto Granados se convirtió en un lastre

El calamitoso porvenir de Tamaulipas

La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

Tamaulipas, tiene tres senadores de la república –Maky Ortiz Domínguez la contamos debido a que siendo de un estado lejanamente vecino, se asume oportunistamente como tamaulipeca–: Olga Sosa y José Ramon Gómez Leal (JR).
La primera tiene sus orígenes en el PRI; el segundo, tiene como primera militancia el PAN. Ideológicamente, si tuviéramos que definirlos bastaría una sola palabra: son, consciente o inconscientemente, neoliberales.
La de sonrisa fingida, sigue teniendo vínculos con las añejas élites que en el pasado dominaron la entidad; formó parte de la última etapa del institucional: la faceta que lo sepultó en el panteón de la corrupción y la inmoralidad.
Creció y se desarrollo en el PRI del extraditable Eugenio Hernández Flores; peor o igual, que la administración estatal de Tomás Yarrington.
Suma a su extenso curriculum ser la consentida de los tristemente célebres hermanos Carmona: financiaron su campaña y es fecha que sigue endeudada con esos personajes.
Todo eso está fehacientemente documentado.
Hay videos recibiendo fajos de dólares –lo primero que hizo con ese recurso, fue adquirir un lujoso departamento en Velamar– y acuerdos verbales, por este tipo de créditos. Fuentes de la empresa, comentan que el precio de esos inmuebles está tasado en 12 millones de pesos.
Se dice que no pago intereses: puro cash.
El segundo, proviene de las rancias élites fronterizas.
JR, tiene su cordón umbilical en el conservadurismo. Ha sido varias veces candidato del PAN a la alcaldía de Reynosa y al Congreso local en donde representó al panismo como diputado local.
Sus aventuras políticas, han sido soportadas económicamente –no realiza ninguna actividad productiva, salvo algunos antros para jovencitos y un hotel– por su familia. No necesita más: es hermano político del exgobernador Francisco García Cabeza de Vaca, quien después de meterse en la política le sobra el dinero.
Tiene grandes intereses en Reynosa.
Una sobrina suya es regidora en el ayuntamiento reynosense.
Obvio: por el PAN.
No sólo tiene un cuñado exgobernador; también puede presumir de contar con un amigo exsenador: Ismael García Cabeza de Vaca.
¿Será capaz Olga Sosa de romper políticamente nexos con la podredumbre priista y sus financieros guachicoleros?
¿Tomará la decisión de abandonar su pasado familiar que lo condena –ideológicamente–, el senador José Ramón Gómez Leal?
Se ve complicado.
Tan difícil, que ese camino los dejaría vulnerables; se les acabaría el escudo protector, el apuntalamiento de sus –hasta hoy– iridiscentes futuros.
Dios libre a Tamaulipas de ese calamitoso porvenir.

El caso del alcalde de Matamoros, Tamaulipas Beto Granados, es todo un caso.
Primero: gobierna una de las ciudades fronterizas de mayor importancia geopolítica de México y Latinoamérica –dice, Beto Deándar–.
Segundo: es fundamental para el desarrollo de la entidad; es decir, lo que ocurra en este lugar, incide para bien o para mal en todo el estado.
Tercero: es el centro de la actividad de uno de los grupos antisociales más poderosos mundialmente.
Cuarto: los medios nacionales, tienen en su lupa la ciudad y puerto, desde aquella épica guerra familiar -1950- de los Cárdenas y los hermanos del Fierro.
La mentecita de Granados es incapaz de procesar esa información.
Su mundo es el de la frivolidad; el de la superficialidad.
No le alcanza para comprender los perniciosos efectos que, con sus conductas sospechosas, le acarrea al gobernador Américo Villareal Anaya y de refilón a la presidenta Claudia Sheinbaum.
Para los observadores nacionales, dejó de ser trascendente que al presidente municipal de Matamoros le hayan quitado, o no, la visa.
Eso para ellos carece de importancia.
Lo destacable es que el jefe edilicio es de MORENA; y ello, les facilita municiones para consolidar su tesis del narcoestado mexicano.
Eso es lo grave.
Sin duda llegará a la Mañanera de la presidenta.
La lógica respuesta de Sheinbaum será impulsar lo procedente para deslindarse del jefe edilicio y distanciarlo de Villarreal Anaya: que se investigue.
No es la primera vez que intenta desmarcarse de los vínculos que lo caracterizan. Cuando fue detenido en Brownsville, Texas uno de sus amigos, lo negó; luego apareció material fotográfico que demostró su cercanía con el mundo oscuro de la frontera.
Hoy es lo mismo.
Rechaza que haya sucedido lo que sucedió.
Circula la especie, que los gringos recibieron mucha información de Granados; entre ella, una que prendió la alerta en los pasillos presidenciales: le puso el dedo al secretario de Educación, Mario Delgado.
Se especula que la candidatura a la alcaldía le costó medio centenar de millones de pesos que recibió –cuentan– alegremente, el entonces dirigente nacional de MORENA.
Al mismo tiempo, descobijó a otros actores políticos tamaulipecos.
Beto Granados dejó de ser útil.
Es ya un lastre para sus padrinos.
En el mejor de los escenarios hasta ahí llega su carrera política.
En el peor: podría enfrentar un futuro similar al de su paisano, Tomás Yarrington.
Su meteórica carrera en las áreas de gobierno, fue tan fugaz como los fenómenos naturales: asombran, pero no sorprenden.