AL VUELO-Tláloc

Por Pegaso  

Algunas semanas atrás, el Estado de Nuevo Nuevo León moría de sed. Su gobernador, Samuel García, estaba desesperado porque los likes de sus cuentas de Twitter, Tik Tok e Instagram se iban a pique, al igual que las de su vieja, y la gente cuando hacía algún video por las calles le mentaba la mamá a claxonazos.

La sequía castigó muy duro a ese Estado de la República, pero principalmente, a su capital, Monterrey y la zona metropolitana. Tanto así que hasta las presas se secaron.

Se hizo de todo para que lloviera: Se mandaron traer indígenas para que ejecutaran la danza de la lluvia y se bombardearon nubes. El Gobernador pedía a la Santísima Trinidad, a la Virgencita de Guadalupe y hasta a la Santa Muerte que les mandara aunque sea una nubecilla viajera.

Tuvo que entrarle al quite el Pejidente ALMO para que se autorizara la construcción de un nuevo acueducto en la presa El Cuchillo.

Hubo apoyo de otros Estados de la República, desde donde empresas y ciudadanos enviaban pipas de agua o garrafones.

No obstante la gravedad de la crisis hídrica, compañías refresqueras y cerveceras no dejaron ni siquiera tantito de producir lo que producen, bajo el argumento de que querían evitar el desempleo.

Pero nomás entrando septiembre, el monzón mexicano aventó las primeras aguas importantes hacia territorio de Nuevo Nuevo León, como le dice Samuel García a su Estado.

Hoy en día, lo que los regios quieren es que ya no llueva. Este lunes se decretó que los niños no fueran a las escuelas a causa de las tormentas que azotan el área metropolitana, ya que las calles y avenidas de la urbe regia se inundan más que las de Reynosa.

Y a todo esto, no faltaron los memes dirigidos al Gobernador fosfo-fosfo.

En uno de ellos se le ve personificando al dios griego de la lluvia. Aquí, al autor de ese meme se le fue una rola, porque la figura que plasmó es la de Neptuno, y en la mitología griega el dios de los vientos y las tempestades era Eolo. Neptuno era el dios del mar.

También se le representó como Tláloc, el dios azteca de la lluvia.

Un monero lo pone en un bote, con su teléfono montado en un selfie stick mientras unas personas se están ahogando en la inundación y Sammy les dice: “¿No que querían lluvia?”

En los noticieros, el gobernador anunciaba que la lluvia no se había presentado espontáneamente, sino que se habían bombardeado nubes, gracias a su valiosa intervención ante CONAGUA, que es la encargada del departamento de lluvias. En las redes sociales se hacía mofa de él, bautizándolo como “Samuel, dios de la lluvia” y otros motes parecidos, volviéndose una tendencia nacional.

Los usuarios de las redes le cayeron en la mentira, cuando en algunos memes le daban también las gracias por las lluvias torrenciales que cayeron en otros lugares alejados, como la Ciudad de México y Querétaro.

Este simpático loquito que desgobierna el Estado de Nuevo León es muy gracioso, y frecuentemente es objeto de burlas por parte de ciudadanos que imitan su acento y facha de júnior.

Porque una cosa es ser joven y otra, mostrar una gran inmadurez en todo lo que se hace y se dice.

Algunos amigos me comentan -cuando les digo que yo votaría por Luis Donaldo Colosio Riojas, el hijo de Luis Donaldo Colosio Murrieta, asesinado el 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas- que es demasiado joven y que posiblemente a la siguiente sí podría ser candidato a la Presidencia de la República.

Sin embargo, veo una enorme diferencia entre lo que es Samuel García, que ni siquiera aparece en las encuestas, y Luis Donaldo Colosio Riojas, actual Alcalde de Monterrey, que está al tú por tú con las “corcholatas” de MORENA, Claudia Shikitibum, el carnal Marcelo y Rucardo Montreal.

Mientras Samuel García es un chiste, Colosio tiene posibilidades reales de convertirse en el sucesor de ALMO.

Nos vamos con el refrán estil Pegaso, cortesía de José Alfredo: “Y tú que te considerabas el monarca de la totalidad del orbe”. (Y tú que te creías el rey de todo el mundo).

Matías Bueno, “El Rayo Veloz”, sube a los encordados.  

            Lo espera dentro del cuadrilátero su más odiado enemigo, “El Vampiro Sanguinario”, rudo de cinco estrellas que no se toca el corazón para apalear a sus contrincantes hasta dejarlos sobre la lona, cubiertos de negra sangre.  

            Tiembla.  

            Las pantorrillas parecen de gelatina y el corazón le late a mil por hora.  

            En las tribunas, el público aúlla, presagiando la inminente masacre.  

            -¡“Pinche Rayo, estás bien flaco, cabrón”!,-grita un aficionado.  

            El Rayo sólo acierta a sonreír tras la máscara roja y amarilla que le cubre la cara.  

            El réferi da las indicaciones previas y empiezan las hostilidades.  El “Vampiro Sanguinario” lo levanta en vilo y lo azota duramente contra la lona, produciendo un sonido seco.  

            El Rayo se levanta rápidamente para impedir un nuevo castigo.  Corre hacia las cuerdas mientras su adversario manotea detrás de él.  

            -“¡No corras, maricón!”-se vuelve a escuchar en las gradas.  

            El Vampiro logra tomarlo de un hombro y lo atrae hacia sí, con tremenda fuerza.  Le aplica el “abrazo del oso” y luego lo avienta a varios metros de distancia.  Sube a la tercera cuerda y se lanza con sus 125 kilos de peso sobre la humanidad de El Rayo.  

            Este sólo alcanza a gemir y a retorcerse como tlaconete con sal.  Humillado y aporreado, camina de rodillas rumbo a su esquina, pero el réferi lo incita a seguir peleando.  

            -“Regresa o suspendo la pelea”,-dice.  

            Muy a su pesar, decide hacerle frente al rudo.  Toma vuelo y se arroja contra el abultado abdomen para rebotar inmediatamente y caer hacia atrás en cómica postura.  

            El Vampiro va sobre él.  Lo toma de los tobillos, da varias vueltas y lo catapulta hasta la tercera fila.  

            Una viejilla desdentada toma su paraguas y le atiza a madrazos.  

            -“¡Toma, toma y toma! ¡Méndigo abusivo!”  

            No bien recibe el último paraguazo, ve venir de nuevo la colosal humanidad de El Vampiro, quien baja del ring a toda prisa para terminar de moler a su rival.  

            Lo carga en vilo y lo azota sobre la lona.  Sube arriba de él, sobre su espalda y le aplica una quebradora.  

            “El Rayo Veloz” mueve las manos en señal de rendición, pero el árbitro no la ve y deja seguir las acciones.  

            Tambaleante, El Rayo recibe unas patadas voladoras en pleno rostro y una serie de golpes a puño cerrado que revientan sus párpados y hacen emerger abundante sangre.  

            Cae desfallecido y el réferi hace la cuenta regresiva: “Cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero,… ¡fuera!”  

            Veredicto final: gana la pelea el rudo de rudos, “El Vampiro Sanguinario”.  

 

                                        —   0   —  

 

            -“¡Caray, compadre!”- le dice Matías Bueno a su amigo del alma, Lázaro Chavolla,  

 

alias “El Vampiro Sanguinario”, cuando ambos salen de la Arena Coliseo.  “¡Qué difícil es ganarse la vida en estos tiempos!”  

            -“Pos para eso nos pagan, güey, para entretener al público. Qué, ¿no viste cómo gritaba la gente echándome porras?  

            -“No, pos sí.  Pero a la otra me toca a mí partirte la madre.  Mira mi máscara cómo quedó manchada de catsup.  

            -“Nada que no arregle una buena lavada. Ahí le dices a la comadre que lave también la mía, ¿no?  Quedó llena de sudor, mano”.  

            -“Bueno, vamos a echarnos unas frías para celebrar tu triunfo, ja, ja, ja”.