AL VUELO-Subliminales

Por Pegaso  

Ahora que tengo la clase de Análisis de Contenidos en la Universidad Tamaulipeca, impartida por el profesor José Luis Montemayor, destacado columnista de Hora Cero, me puse a revisar el tema de la publicidad subliminal, una materia que a mí en lo personal me interesa, me apasiona y me subyuga porque deja fluir la enorme creatividad que llegamos a tener los seres humanos cuando poseemos el conocimiento y la motivación para hacerlo.

De entrada, los mensajes subliminales imbuidos en anuncios publicitarios son todo aquello que no se llega a percibir de manera consciente, pero tiene efectos medibles en el inconsciente.

Es famoso aquel cliché de la primera vez que se usaron subliminales en una función de cine, donde el encargado de la proyección introdujo unas sencillas frases: “Tome Coca Cola” y “Coma palomitas de maíz”.

El efecto fue que más personas acudieron a la dulcería a comprar refrescos y palomitas.

De ahí pa’l real, como dicen en mi rancho, han corrido muchas palabras e imágenes en todos los medios de comunicación habidos y por haber, ya sean escritos, de audio, audiovisuales y ahora en las redes sociales.

Todos los días estamos expuestos a los subliminales. Persiste la polémica de si son o no legales, ya que si nos ponemos un poco críticos, veríamos que se trata de una especie de lavado de cerebro y, ¿a quién le gusta que le laven el coco?

Quien quiera ver a lo que me refiero con esto último, puede ver la escena de la película “La Naranja Mecánica” (A Clockwork Orange, por su nombre en inglés, estrenada en 1971. Director: Stanley Kubrik. Protagonistas: Malcolm McDowell, Patrick Magee, Adrienne Corri y Miriam Karlin).

En la escena en comento, el Pequeño Alex, sociópata cabecilla de una pandilla de vagos, es detenido por la policía y sometido a un proceso de reacondicionamiento social mediante una máquina de lavado de cerebro, llamado “La Técnica Ludovico”, que a final de cuentas no resulta efectiva.

Decía que la publicidad subliminal nos afecta en cierta medida. Es común pensar que se trata de mensajes ocultos de contenido sexual, pero mucha de la publicidad más ingeniosa no contiene ese tipo de mensajes.

Hay marcas, sin embargo, que sí se bañan al momento de presentar al público sus logotipos o publicidad, por ejemplo, el anuncio del pollo Kentuky. En su publicidad, se observa una caricatura del Coronel Sanders y las letras FCK, que son las iniciales de la marca, pero que el inconsciente las interpreta como la palabra gringa FUCK, fornicar.

La revista SFX suele presentar sus portadas con personajes que tapan la parte de abajo de la F, haciendo que el cerebro deletree SEX, sexo.

Hay anuncios, como el de helados Holanda, que todos interpretan como un corazón dentro de otro, pero que en realidad hace alusión a la pedofilia.

La compañía Disney, en películas infantiles, incluye en ocasiones escenas ocultas de desnudos, o figuras de falos que difícilmente se pueden ver de manera consciente, pero que nuestra mente inconsciente sí capta y nos provoca reacciones de excitación.

Otro ejemplo clásico es el de la cajetilla de cigarros Camel, donde se puede ver la figura de un hombre con una erección.

Y así, si analizamos la publicidad de las marcas más exitosas, nos encontraremos que la mayoría imbuyen algún tipo de mensaje subliminal, y que esos mensajes hacen que tengamos el impulso de comprar el producto que promocionan.

Piensen, mis dos o tres lectores, con cuántos comerciales no se toparon hoy en la calle, del trabajo a la casa, u oyendo la radio y viendo la televisión. Se sorprenderían al conocer con cuánta intensidad nos bombardean los mensajes subliminales para obligarnos a comprar.

El coco-wash a todo lo que da.

Nos quedamos con el refrán estilo Pegaso, cortesía del Pequeño Alex: “Civilizados mis yarblocos sifilíticos”. (Relajados mis dementes fumadores de cannabis con morbilidad ocasionada por Treponema pallidum).