AL VUELO-Chabela

 

 

Por Pegaso

 

Se encuentra el padre Pompa en un retiro espiritual, tratando de encontrar la paz que tanto anhela su alma después de escuchar los pecados de sus feligreses.

De pronto se escucha el llanto desgarrador de La Chabelita que se acerca a paso veloz.

El párroco intenta escabullirse hacia un rincón, pero es visto por la beata.

-Chabela: ¡Ayyy, ayy, ayyyy! No se vaya padre, no me deje sola con mis tribulaciones y las acechanzas que me tiende el Demonio del Mediodía.

-Padre Pompa: (Haciendo un gesto de resignación). A ver, chabela. Vamos al confesionario para que me digas los males que te aquejan.

Se acomodan en el confesionario. El padre saca el rosario y Chabela se hinca, besándole la mano.

-Padre Pompa: Ave María purísima.

-Chabela: Sin pecado concebida, padre. (Limpiándose las mucosidades con la manga de su vestido).

-Padre Pompa: ¡Toma, límpiate con este pañuelo! Ya cálmate y dime qué te sucede.

-Chabela: ¿Usted conoce a Chano Campos?

-Padre Pompa: Chanito Campos. ¡Cómo no lo voy a conocer! Es un muchacho muy correcto y devoto, corresponsal de la revista Proseso en Monterrey y un laureado escritor, autor del multipremiado libro El Águila Solitaria.

-Chabela: ¡Qué correcto va a ser! Es un ente de lujuria y depravación.

-Padre Pompa: Pero, ¿por qué dices eso alma de Dios?¿Qué fue lo que te hizo ese muchacho para que tengas tan mala opinión de él.

-Chabela: Pues verá, padre. Ayer andaba yo visitando a los devotos para que dieran el diezmo de la parroquia. Al llegar a la casa del tal Chano me abrió la puerta y con ojos encendidos de lascivia me dijo (haciendo la voz cavernosa): «¡Chabela, pásale a mi casa, que te quiero enseñar algo!

-Padre Pompa: Seré curioso, hija. ¿Qué te quería enseñar Chanito?

-Chabela: Pues esa cosa que tiene por el frente de la que se siente tan orgulloso.

-Padre Pompa: ¡Madre de Dios! Y tú, como fiel cristiana, te negaste a entrar.

-Chabela: ¡Ayyy, ayy, ayyyyyy! (Poniendo cara de compungida).

-Padre Pompa: ¿Qué?¿No te negaste? ¡Descastada, pécora, inverecunda, maztuerza! (Pegándole con su bliblia).

-Chabela: Ya no me pegue, padre. Eso fue lo que me dijo Chano (enjugándose las lágrimas con su rebozo).

-Padre Pompa: Bueno, ¿y qué pasó después? (Poniendo una cara pícara).

-Chabela: Me hizo que pasara a su casa y luego me dijo (haciendo la voz gutural y poniendo los ojos en blanco): Acércate, Chabela. Tócala para que veas lo suave y lo tersa que está.

-Padre Pompa: ¡Hijo de… María Morales! Ya arreglaré cuentas con ese hijo de Satanás. Y tú, siendo tan devota y observadora de los mandatos divinos no accediste a semejante atrocidad…

-Chabela: Es que se le veía tan dura y tan brillante que no pude resistirme, padre. La de él sí está lustrosa y suave, no como la de usted que está áspera y arrugada.

-Padre Pompa: ¡Toma, toma! ¡Concubina de Lucifer!¡Obrera de la Iniquidad!¿Cómo sabes como la tengo yo, si nunca me la has visto o tocado? (De tanto golpe, se le cae la portada de la Biblia).

-Chabela: ¿Ya ve que la suya si está vieja y arrugada? Si hasta se le cayó al suelo.

-Padre Pompa: A ver, a ver, Chabela. ¿De qué me estás hablando?

-Chabela: Pues de la portada de su Biblia, padre. Chano me enseñó la de su más reciente libro que está nuevecita, dura y brillante. ¿Pues usted qué me entendió?

-Padre Pompa: Nada, hija, nada. Tocar la portada de un libro no es pecado. Anda, ve con Dios.

-Chabela: ¿No es pecado, padre? ¡Qué bueno es usted!¡Muchas gracias! (Se retira apuradamente del confesionario).

-Padre Pompa: ¡Dios mío! ¡Por qué no le mandas el coronavirus a esta sierva tuya! O ya de perdida mándame una sotana nueva porque ésta ya la manché.