Pareciera que los tiempos decadentes en la UAT no han cambiado. Algunos aseguran que han ido de mal en peor.

Las promesas vertidas por el discurso de la alternancia panista que arribó al poder  en el 2016,  hoy no solo  son puestas en entredicho, sino que acaban de colocar  a la máxima casa de estudios de Tamaulipas como vergonzoso ejemplo de corrupción y de enjuagues administrativos, según las pesquisas de la Unidad de Investigación Financiera federal.

La historia de una institución de educación  superior como la UAT, es larga y prolija  en  su abanico temporal que abarca toda una gama delincuencial. Desde los tiempos del porrismo avalado y protegido desde las  oficinas de rectoría, hasta la descomposición  de facciones violentas que marcaron una época de personajes  intocables conocida como el  “Pequeño Chicago Tamaulipeco”, especialmente en los ochentas y noventas.

Los niveles intelectuales  de los rectores de la UAT, dejaban mucho que desear. Mientras que en otras universidades públicas  como la UNAM, los titulares de la rectoría emergían de las cumbres de saber científico, aquí los reclutaban del emparrillado del futbol américano. Lo único que sabían era enriquecerse de manera grosera y en la más absoluta impunidad.

Crearon grupos de choque. Hicieron de cada facultad, peligrosas réplicas de las mafias sicilianas, que en muchos casos terminaron eliminándose entre ellos mismos, al mas viejo estilo de Al Capone. (Alphonse Gabriel Capone).

Algunos de  esos porros  ya fallecieron de causas naturales. Sus correrías y  excesos hicieron sus estragos.

Otros siguen disfrutando hoy en día de las millonadas que se robaron en sus tiempos dorados, y  ahora se asumen como personas decentes y  como parte de las clases acomodadas victorenses. Pero por sus viejas mansiones, sus empresas y sus ranchos los conoceréis . Nada tenían. La UAT les regaló el premio mayor de la lotería, sin comprar billete.

Tampoco crea usted que la UAT, ha sido todos estos años, pura podredumbre. A pesar de sus escándalos,   sus aulas han producido profesionistas que hoy en día contribuyen al desarrollo de Tamaulipas y del país.

Tal vez esto sea la parte buena de una institución  que siempre ha estado copada por camarillas amigas o parientes del gobierno en turno. Cloacas fraudulentas que más que buscar avances educativos, lo que han perseguido ha sido  una vida de derroches y privilegios presupuestales.

Dicen que a las reuniones  de las universidades públicas del país, en la CDMX, los de la UAT  jamás llegaban en vuelos comerciales, sino en ostentosas aeronaves, que más que hablar de avances académicos, gritaban la vida cara y los dispendios de sus elites.

En su momento, la UAT  tuvo también un porro ilustrado que solía gritarle a su mayordomo para que acudiese a su servicio, mientras meneaba en su mano derecha una fina copa de coñac.

Esas y muchas otras historias fascinantes y dantescas encierra el museo de la memoria de la UAT.

Hoy, esta misma institución es señalada desde las altas esferas judiciales e investigadoras de la Cuarta Transformación. Ubican a sus elites como parte de una estafa maestra. Que triste que nuestra máxima escuela de la enseñanza pública, destaque a nivel nacional por su habilidad para escamotear el presupuesto. Pero no por su calidad académica.

En lo sucesivo, debería de crearse una ley que obligue a la UAT a tener rectorados  evaluados por grupos de especialistas y con una preparación intelectual, científica y humanista a toda prueba.

Ya no más amigochos o parientes del poder en turno. Bastante tenemos los ciudadanos tamaulipecos  con aguantar sexenios  que  se han desviado de sus promesas  de campaña, para caer en el marasmo de la opacidad, la corrupción y la componenda.

La Universidad  Autónoma de Tamaulipas debe de recuperar  su independencia del poder sexenal,  para crear, para producir, para promover la investigación científica;  el conocimiento universal  y la cultura de nuestros pueblos.

Su  lema: “Verdad, belleza y probidad”, cuyo origen son los valores supremos emanados de la filosofía clásica, debe ser recuperado.

Hasta ahora solo lo tienen  de adorno.

Y bueno pues si nos basamos en  la lógica aristotélica cuyo razonamiento asegura que la felicidad es producto de la virtud, entonces concluiríamos que muchos de los rectorados de la UAT, huérfanos de esta fuerza creativa, han sido hasta la fecha unos infelices.

Pero eso sí, bien cuajados de billullos.