Tiempo de opinar
Raúl Hernández Moreno
Apenas tres días duró la estatua del Presidente Andrés Manuel López Obrador que el alcalde morenista Roberto Téllez Monroy mandó instalar el 29 de diciembre en el Municipio de Atlacomulco. El 1 de diciembre la estatua, de 1.80 metros, apareció tirada en el suelo, sin cabeza y sin piernas.
Téllez Monroy dejo el cargo el 31 y al día siguiente tomó posesión la priista Marisol Arias.
Tres días nos da una idea de lo poco afortunado que es AMLO en esa zona. Las estatuas instaladas en vida del dictador soviético Josif Stalin fueron derribadas en 1956, tres años después de su muerte. Inició así el proceso de desmitificación de uno de los tiranos más crueles e inhumanos de la historia mundial. Y en Irak, la estatua de Sadam Hussein, en Bagdad, fue derribada en el 2003, tres semanas después de que Estados Unidos le declaró la guerra.
¿Qué necesidad había de colocar una estatua en vida y en pleno ejercicio presidencial de López Obrador? ¿Por qué no dejar su imagen al juicio de la historia?
Atlacomulco es el lugar donde en la década de los años cuarentas del siglo 20, el diplomático Isidro Fabela fundó el grupo político que lleva el mismo nombre. De ahí han surgido ocho gobernadores como Arturo Montiel, Alfredo del Mazo, hijo, padre y abuelo, Salvador Sánchez Colín, Carlos Hank González, Isidro Fabela y Enrique Peña Nieto, que después se convirtió en Presidente.
Fabela ayudó e influyó para que Adolfo López Mateos fuese el Presidente de México de 1958 a 1964.
El hijo predilecto del grupo Atlacomulco, sin haber nacido ahí, pero sí creció y se desarrollo ahí, sigue siendo Carlos Hank González que no llegó a Presidente de la República, por su origen alemán, lo que era un impedimento constitucional.
En cambio era poderosísimo y hacía alcaldes, diputados federales, senadores, gobernadores y Netlix le atribuye haber controlado el narco durante muchos años, aprovechándose de su enorme influencia en el gobierno.
A finales de la década de los años sesenta era director general de la Conasupo y visitó Nuevo Laredo y uno de los reporteros recordaba con nostalgia, varias décadas después, que al despedirse les regaló billetes de 10 mil pesos a los comunicadores que cubrieron la gira. Diez mil pesos equivalían a 800 dólares. Toda una fortuna que hoy serían unos dos mil dólares.
En 1952, al construirse Ciudad Universitaria, se instaló una estatua de Miguel Alemán Valdez, de 9 metros, hecha de piedra y metal. Curiosamente al inaugurarse, el rostro se parecía más a Stalin que a Alemán, porque fue hecho por el ayudante del escultor Ignacio Asúnsolo. Este corrigió luego el rostro. En 1966 la estatua fue dinamitada y derribada. Era el segundo ataque y en el primero le tumbaron la cabeza y un brazo.
En Nuevo León, Alfonso Martínez Domínguez mandó instalar en 1982 una estatua de José López Portillo, montado en un caballo, en los límites de los municipios de San Nicolás y Escobedo, para agradecer que lo hubiese hecho gobernador.
El monumento fue retirado en 1995 por el alcalde panista Adalberto Núñez Ramos y no paso nada.