DESDE ESTA ESQUINA. MELITON GUEVARA CASTILLO.

 

Hace buen tiempo, en una época pues, los políticos eran dados a explicar que la sociedad estaba destruida, fragmentada, por culpa de la falta de valores, se habían recrudecido determinado problemas, como la pobreza, la delincuencia y la drogadicción. Afirmaban, entonces, que era necesario consolidar los valores de la familia. Y esa tarea, entiéndase, era parte sustancial del DIF.

Hoy, sin la menor duda, se puede afirmar que los políticos carecen de los valores necesarios para desarrollar sus tareas. Son básicos los valores que debe poseer: una vocación de servicio, ser honestos, tener un alto sentido de responsabilidad, no ser soberbio ni prepotente, es decir, deben de ser sencillos. Así, al revisar la historia de la política mexicana, nos damos cuenta que nuestros políticos no han sido políticos en toda la extensión de la palabra.

LA HONESTIDAD.

Es recurrente la actitud de los políticos: en los procesos electorales, como candidatos, no vacilan en afirmar que van a ser honestos, pregonan que lo han sido… y lo son, efectivamente, hasta que se descubre que tienen, por ahí o por allá, escondido dinero que se entiende fue mal habido. Ahí tienen, ustedes, a Julio Scherer, miembro de la 4T, hasta hace poco consejero jurídico de la Presidencia de la Republica, que aparece en el escándalo de Pandora Papers.

Y, si queremos más hechos, basta recordar como haciendo referencia a los gobiernos de la revolución, Jesús Silva Hersong describió que en cada sexenio gubernamental había nuevos ricos. Así, de esta manera, se identifica a que cada gobierno tiene favoritos, que via contratos, concesiones, privilegios, pronto se convierten en nuevos ricos… Y es que, siempre se dice: la riqueza no se puede ocultar… No pueden presumir, por tanto, honestidad.

QUIEN ES EL CULPABLE.

Leticia Sánchez y Lidia Martínez son dos diputadas que, hace días, tomaron posesión del cargo y, de pronto, anunciaron: “Ya somos panistas”, descobijaron a la mayoría de MORENA. Sobre el hecho, hay quienes se quejan que se magnifique el hecho, que se les califique de ser deshonestas, sinvergüenzas, que se venden al mejor postor, que carecían de valores políticos, que MORENA es ingenuo, que no revisan los perfiles de quienes son sus candidatos. Se quejan, pues, de que solo se ve a una parte del fenómeno.

La otra parte es el PAN, representado por Luis Rene Cantú Galván, que es el Presidente del partido y ahora diputado local. Mucho se especula que las diputadas fueron compradas, hasta se hacen mediciones de cuando pudieron recibir… y que, todo ese proceso, fue dirigido, orquestado pues, por Cesar Verástegui, el aún Secretario General de Gobierno. En términos de valores, digamos, no es correcto que lo haga, pero es una práctica de siempre: que tiene que ver con las traiciones en la política, y estas siempre han existido.

POLITICOS SIN IDEOLOGIA.

El problema básico, fundamental, es solo uno: buena parte de nuestros políticos, no lo son, en sentido estricto, porque profesen una ideología o porque hayan desarrollado una firme vocación de servicio. Lo son, sin duda, porque han visto que la política es un medio para enriquecerse, para hacer negocios. Por eso se recuerda la respuesta jocosa de un amigo al Presidente: tu solo ponme donde haya, yo me encargo del resto; o la descripción de que llego al cargo con las manos en la bolsa y salió con las bolsas en la mano.

Esa es la cuestión: la ausencia de ideología, por eso, una y otra vez, hemos sido testigos de como un político, por lo regular un diputado o senador, se cambia de partido: porque le ofrecieron una candidatura u otro tipo de prebendas o privilegios. Vean lo que está sucediendo actualmente: el PRI, por lo que se ve, está dispuesto a darle el visto bueno a la reforma eléctrica del Presidente AMLO, con todo y que es, se dice, un retroceso en relación a la que aprobaron con Enrique Peña Nieto.

COMPRADOR Y VENDEDOR.

Efectivamente, en política, quien compra conciencias, lo hace porque las hay en venta: ambos son culpables de traicionar al ejercicio de la política, de traicionar los principios morales, cívicos y políticos del pueblo como de la democracia. Cambiarse de partido es reprobable y es la evidencia de que el interese personal, de servirse, prevalece sobre la vocación de servicio.