Los errores del panismo tamaulipeco, y de su líder, fueron muchos. Algunos, de alto impacto en el resultado del pasado domingo seis de junio. Enumeremos: 1.- La innecesaria confrontación entre el Ejecutivo Estatal y Federal. La excesiva rispidez en la relación que le imprimió el gobernador tamaulipeco, no resultó como esperaba; antes al contrario: le hizo perder consensos ciudadanos entre los tamaulipecos y en algunos dirigentes azules que percibieron –unos honestamente, otros aviesamente como los Makyavélicos– que iba hacia el vacío esa postura. Se colige, que ese choque, aisló al reynosense, del grupo de gobernadores panistas que no apostaron a aquella estrategia un tanto aventurada; e igualmente: la tímida reacción del CEN del PAN para sumarse a su defensa, dio la impresión de que era hombre al agua. 2.- La soberbia panista. Pudiendo ir en coalición con el PRI, rehusó hacerlo. Echó por la borda y a la basura, más de 120 mil votos en el estado, que muy bien pudieron definir claramente Ayuntamientos como el de Río Bravo, Valle Hermoso –el más ilustrativo: ¡El triunfo se definió por cuatro votos!–, Ciudad Victoria, Altamira, Nuevo Laredo y otros más de la chiquillada. Esa alianza, que se pudrió por razonamientos absurdos e irreales, pudo haber cambiado la configuración de la geografía de poder local. Igualmente: hubiera potenciado campañas de diputados federales y locales, tanto, que la masacre hubiera sido más tolerable para el panismo regional. 3.- La postulación de cartas, muy gastadas, muy manchadas. Más de la mitad de los candidatos azules, eran impresentables. Jaime Turrubiates en Madero, representaba lo más sucio del prianismo en la ciudad; en Ciudad Victoria, la norteamericana Pilar Gómez, era el vil espejo de la corrupción y la ineficiencia; el guachicolero Miguel Almaraz en Río Bravo, significó la delincuentización de la política azul del pueblo y Ciro Hernández en Altamira, sigue siendo visto como un chico con buenos propósitos pero con malísimas mañas. 4.- El desgaste del PAN en el estado, producto de su defensa a ultranza del Gobernador del estado. Era su responsabilidad, cierto. Sólo que se lanzó al despeñadero sin red protectora. A la distancia, se debe contemplar como una pifia la manera tan irresponsable de hundirse con el Ejecutivo estatal. No fue un error del PAN: tenía que meter las manos al fuego; fue la forma en que lo hicieron y la forma en que procesó esa conducta la sociedad tamaulipeca. Los panistas, tendrán mucho tiempo para reflexionar las estrategias empleadas en este funesto –para ellos– 2021. Ya se ve el 2022: un PAN de capa caída; un PRI, con el poder del voto bisagra y un MORENA, sin adversario al frente…