Los panistas se asumían como la gente decente del país. Se consideraban personas honorables, honradas, de buenos sentimientos, responsables, cumplidos, atentos a sus compromisos cívicos, colaboradores en las causas sociales, generosos, desprendidos, solidarios, ordenados, legales, al corriente de sus obligaciones fiscales, respetuosos de leyes, reglamentos y normas de convivencia. Los panistas reprobaban las prácticas de los priistas que no cumplían con la ley. Estaban en contra, los albiazules, de los comerciantes informales, de los taxistas piratas, de los invasores de predios, de los evasores fiscales, de los incumplidos, de quienes se conectaban por la libre a las tuberías de agua y drenaje, sin pagar por esos servicios, de quienes se «agarraban» de los postes para obtener energía eléctrica sin pagarla, de quienes no pagaban las viviendas que les financiaba el gobierno y de los que se apoderaban de los predios de la comunidad. De la extensa lista de ilícitos que no aprobaban los panistas de antes, esos que se consideraban decentes, podemos destacar el tráfico y la compra de guachicol, y circular con autos «chocolates», es decir en carros que no fueron legalmente importados, que permanecen en territorio nacional en calidad de contrabando; siendo una variante de este ilícito la adquisición de placas de organizaciones sociales o de pseudo campesinos, para amparar la posesion y el uso de vehículos chocolates. El trafique de guachicol y la expedición de placas de la «UCD» para evitar el decomiso de carros «chocolates», son dos actividades a las que se ha dedicado, en algún momento de su existencia, el candidato del Partido Acción Nacional a la presidencia municipal de Río Bravo, Miguel Ángel Almaraz Maldonado. No es el propósito de estas líneas debatir si esas prácticas extra legales cumplen un propósito social o tienen una justificación moral. Lo que quiero destacar es que el candidato a la alcaldía de Río Bravo es la antítesis de lo que pregonaban y defendían los panistas. Almaraz se ubica en el extremo opuesto de la escala de valores y cualidades que buscaban los panistas en su modelo ideal de ciudadano. Almaraz podría ser perfectamente candidato del PRI o de Morena, y no lo digo por su condición de ex presidiario, pues de tener bandidos entre sus filas, ningún partido se salva. Lo digo porque en esos partidos no están en contra de la organización de colonos y grupos de interés, para la interlocución con el gobierno y para obtener tratos ventajosos. Cosa que no ocurría en el PAN, en donde se establecía la condena a las prácticas corporativas y se ponderaba la afiliación individual y el estricto cumplimiento de la ley. Más está visto que los panistas fueron decentes hasta el momento en que los pusieron donde hay. Fueron justos, hasta que tuvieron la oportunidad de pecar. Fueron honrados, hasta que los pusieron frente al cajón. Y fueron cumplidos con la ley y exigentes para que los demás la cumplieran, hasta que conocieron y disfrutaron de las ventajas de no cumplirla.