La militancia vacuna Por Oscar Díaz Salazar

En los tiempos de mayor poder del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), con Joaquin Hernández Galicia, «La Quina», como líder de facto, fue práctica ordinaria la exigencia de «trabajo voluntario» para mejoras a la comunidad, como requisito para la obtención de un contrato de trabajo, esto por parte de los trabajadores eventuales, o «transitorios», como les dicen en le jerga petrolera. «Militancia» le llamaban a estos jornales de trabajo no remunerado, que se empleaban para dar mantenimiento a las instalaciones del sindicato, a los gimnasios, centros recreativos, tiendas, huertos, ranchos, fábricas, así como a labores de mejoramiento en las colonias donde habitaban las familias petroleras. La militancia, hasta por medio año, era requisito para otorgar una ficha a un aspirante a laborar en PEMEX. Militancias más breves se pedían a quienes ya estaban afiliados al sindicato, ya tenían ficha, y solo requerían un contrato de trabajo. La militancia era ineludible para los que no eran trabajadores de base, para los que no tenían «planta», para los «transitorios». De la militancia no escapaba nadie, hombres, mujeres, jóvenes, profesionistas, técnicos, de campo y de taller, de refinerías, de Marina, de ductos, de oficinas, etc. Esa práctica se abandonó a partir de la caída de la Quina. Después se habló de la militancia del colchón, del compadrazgo, de la compra de «plantas», de la rasurada al salario de los trabajadores y de otras prácticas tan perniciosas como la militancia, o quizás más, porque la militancia por lo menos implicaba un beneficio para la sociedad. Comparto estos recuerdos a propósito de la instauración de la «militancia vacuna» a los trabajadores del gobierno de Tamaulipas, del DIF estatal y de las instituciones dependientes del gobierno estatal. La burocracia estatal fue «convocada» a laborar en un día de asueto, sábado, para hacer tareas de limpieza, barrido, chapoleo, pintura y acciones diversas para remozar la ciudad capital de Tamaulipas. Centenares de trabajadores recibieron la invitación (entiéndase instrucciones) para lavarle la cara a la otrora orgullosa y muy limpia Ciudad Victoria. En esa tarea de cosmética urbana, se intente lavar, de paso, la imagen del partido gobernante, del PAN, del propio gobernador y de la presidenta municipal texana, sustituta y espuria Pilar Gómez Leal. Interesante ver que a estas jornadas de militancia vacuna, no se presenta la principal encargada de que esta labor se haga de manera profesional, constante y por trabajadores contratados para ese propósito y debidamente remunerados, me refiero a la alcaldesa Pilar Gómez, en razón de que la señora se reportó contagiada de Covid 19. Es un abuso de Cabeza de Vaca disponer del tiempo libre de los trabajadores, para ayudar a la prima de oro a corregir los errores y las omisiones de su antecesor, también panista y también elegido por el gobernador como candidato de su partido y apoyado para atracar las arcas de la presidencia municipial. Irónico, por lo menos, resulta ver que el gobernante que se asume como el adalid de la modernidad, de las energías limpias, del armamento de primer mundo y de la tecnología de punta, nos salga ahora con que su propuesta para restablecer la confianza con los victorenses, la hará realidad con una escoba, – como la de Gustavo Cárdenas-, y lo que es peor: con trabajo voluntario a fuerzas, con la estrategia de la «militancia vacuna».